Siento que nuestros hombros
pesados
soportan la angustia
de los arroyos frustrados/
Cargamos dolores ajenos
que entran su espina de
tarde, pero
en tus ojos de diamante
magnifica el agua sus
derivados, y
cuando reclinas tu cabeza
lo negro brilla mas que la
estrella/
Pienso en tu cuerpo así...
Centelleante de nido y
blancos pajares
que de la sombra del cielo
hace una realidad blanca/
Cuando miramos el piso
desde el alto ojo de la
montaña
espeja un oasis fantasma
en nuestros marcos celestes
de mármol/
El agua negra de pisos en
bañados
donde los siete hijos
del pecado han sido besados
por nuestros labios de ostia
consagrada/
Renacen en nueva telaraña
marina,
espuma suculenta cuando
toman
sus manos antes intratables
ahora con el calor del fuego
herrero
y la ropa de piel
congestionada
donde imperan nuestras brasas
sanando las prisiones
incurables/
En el mundo subterráneo que
trepanamos
con uñas de cuarzo y barro
los pecados son absueltos
por nuestras voces de
mandato/
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