Tu turgencia de
capullo
revestida en el
lienzo de la harina
y las hojas doradas
que vuela el otoño,
son como el escudo de
una Diana
y el balde de las
gotas derrotadas de nácar,
donde las lluvias
enemigas caen como polvo.
Cuando los años se te
multipliquen,
clavados en tu pecho,
serán del trigo
duplicado por el sol
y el capullo se hará
gasa estéril estacionada,
como buen vino en
cubas de roble y
situada exacta como
vestido en la
posición del pan en
la artesa,
amada por el fuego,
como el himno y la
bandera de los hornos.
Con el negro carbón
de tizne y la encendida llama
de tu sacra estirpe
de lenguaje y aroma
desprendiendo vapor
odoroso siempre blanco,
más blanco que el
albo níveo blanco.
Como la patria pequeña
que habitan tus laderas,
mis manos de carbón
mineral,
seguirán rodeando tu
vestido
a través de las horas
grandes
Como olas trabajando
al aire dibujando tu imagen,
clavando de los ruidos urbanos a los
silencios rurales
irrumpidos por el trueno
Viendo como los silos
de granos crecen contigo
y la gasa de harina,
en hélice girando,
de tus pies mansos,
a tus cabellos
nacidos del negro.
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