Se abrieron
muy próximos nuestros labios
Como sonoro eco
de campanarios.
con el corazón
caliente
éramos fuente
agitada
En turbulentos
besos.
La tarde no
interrumpía
ese rugir félido.
La noche no
entraba en el silencio
De lenguas quemadas
en salitres.
Éramos bocas de
crujientes copas
relucientes
festejando
el clavel encinto
en tu vientre.
Eras paraíso de
burbujas,
racimo de
apretados icores.
Nos bebimos hasta
la sangre de antiguos dioses
en la llegada de
un crepúsculo ardiente/
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