Percibo la textura de tu pecho,
aleteo creciente de encendidos terrones.
El sol se duerme en tu piel de tarde
con un solo nombre
guardando formas en la memoria del desvelo.
Busco tus piélagos entre dobleces del
silencio,
hondonadas en desmadre.
En este sortilegio vespertino
hallo el pulso que palpita en tu cuello.
Dorado fulgor, muere la tarde…
Acerada en las raíces de tu sonrisa.
No resiste el torrente ágil de la sangre
susurros sin prisa.
Rozo la copa de labios que me ofertas y
planeo aliento de brisa
que incita hasta el calambre
y ser….
Fluorescencia,
piel,
caricia.
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