Olvido en tu
cuerpo
las voces del
silencio.
Te pueblo,
vértice de fuego,
en el grito de mi
boca
que pierdo
en hondonadas de
lagos.
Sacio la sed que
arde,
el hambre que
resuello
cada noche
que cruzo,
hasta encontrar
una estrella en tu
pecho.
Un titilo
palpitante
en la columna de
tu cuello.
Latitud de carne,
tu piel de agua
es aldea de mis
labios salitres.
Mi nombre
gira y
crece
en la turbulencia
de tu boca.
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