Carne mia, con herida
apocalíptica profunda que gime,
hay un temblor interno
golpeando mis cenizas.
El grito exalta su altura con
las púas del piso,
enroscando mis sienes de
magro incienso y crueles elfos
batiéndose en una olla de
caldo plomizo fundido y
por carda grito desconsolado
clama mi oído de conjuro/
Hay un temblor agitando los
cuadros,
azotando las paredes donde se
estrellan las aves del cuarto...
Hasta aquí penetran sin
indulgencia
tempestades suculentas
engrillando mis pies educados/
El jardín se aparea, y preña
nuevas figuras en la florecida rosa,
con la sed clavada parodia
mis noches tórridas
en los quemantes cinco
desiertos donde se inmola mi prosa.
Se va tiñendo mi mirada de
muertas violetas
invadidas por rencorosas
falanges de malignas brigadas/
El cuerpo sin carne ya es un
temblor de huesos en sacudida,
un desarmado esqueleto
repercutido de atabales.
En la densa noche se tuerce
la pureza de mi hoja
Cuando el temblor de las
paredes
semeja una jaula de barrotes
en lodoso terremoto y
suelta sus interrogantes de
inexplicable pagina consumida/
La noche recostada se estira
en una luna pavorosa
y en lenta pereza de estéril
mitocondria
alarga su vacía glándula sin
esternón ni timo,
Queda un abstracto temblor,
un fantasma de hipocondría
en la ignorante sien de un
cuervo pensativo
sin mas dones que su negra
pluma y el maldito picoteo de ojos/
Espesos ecos de cobardes
mares muertos sin hombría
retornan cabalgantes peces de
espada a clavar mi verso/
Yo solo quiero cantar por las
espinas del mundo,
Si el vibrato no merma tendré
que escribir,
aún en presencia de la
derrota,
con la tinta virgen y
el vigor del rey jazmín que
aún brota/
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