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Cruz alta de las estrellas,
del azufre y el fósforo
iluminando.
La noche retratista
estampó en el lienzo
azabache
del cielo nocturno
filamentos, dorados jirones
de tu cabello en contraste.
Bajo la estrella,
mirando tus besos
penetrantes,
mi sombra se dibuja, alargada y extendida
por la luna redonda
embarazada.
Paseando su escarcha de
espejo filoso de luz,
cortando al diamante
titilante,
ahogándose en toneles de
licor llovido,
con el rayo partido dividido
en la sangre y las venas,
como la tempestad de un río
colérico.
¡Palpitar mío ¡
Que veloz huyen mis latidos
de plata
hacia tu montaña escarpada
de besos
y que profundo sonar a
tambor profundo
en tu imagen de lago cuando
te arrimas.
La fugitiva luciérnaga,
condenada por eternidades
a vagar errante la cima de tu pelo,
descendió en picada osada
a tus ojos de tierra y
tus pestañas de abanico en
palmera,
durmió
un tiempo entre tus sueños,
mientras el tiempo viril se
me encendía
como la constelación de la
cruz alta,
los polos multiplicados
del planeta en entrega
y la osa mayor
reposaba un beso en tu frente
con sus labios de
algodón.
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