De hace días no
escucho rechinar las teselas,
no hay viento que golpee los pórticos
de mi casa,
ni el cartero entre bruma espesa llega
con su saca.
Nadie parece recordar todos los muertos
fenecidos en la parcela.
En su ronda de sollozos y alaridos
cristales se apelmazan,
salgo a la puerta con brío de blancas
flores ajadas de cochambre
y al ver los frutos pálidos nace la cuestión
interrogante
que anticipa el luto en mis plantas hedónicas
de negra hojarasca.
Se me anuda la garganta al ver pasear
siluetas divagantes
No hay quien advierta las rotas
fanales de la plaza,
tan lejanos los truenos anuncioan el húmedo
festival de las jacas
y el polvo de la huesa creciendo débil
su calcio agonizante.
Ningún rostro acecha los cristales de
mi prosapia.
El órgano interno golpea en la noche
bramante,
hasta
infinitos y ciegos ocasos de borrosos panoramas.
Hoy siento en lo íntimo que algo va
muriendo en mis anales.
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