Hoja de otoño pareces
cuando doblas tu espalda de espiga
y sobre tu vientre danzan en círculo
los labores de la niebla,
batiendo sus plumas de libre gaviota,
frente a tu exacto pecho de ornado
nenúfar.
¡Hija del tilo y
la pasionaria!
Calmas la mordida de las bestias
y en tus pestañas inicia la violeta su
rito de fuego.
Al silencio de tu paso desnudo
el mar en remolino tuerce su ebria ola,
el crujir del agua resuena como
badajo...
Latido de caracolas y campanarios.
¡Hoja mía!
Mis ojos de guerra duermen su reposo de
espalda
y mis hombros de honra circulan tus
ardores.
Con tu doble sonrisa de simultáneo
abrazo
y tu labial carne de alga nutres mi sed
de redes.
Errante como alada ameba
donde tu piélago de pluma deja su sello
acoplas a mi piel tus sudores.
¡Ah, mí amada silenciosa!
Abre tus párpados de amapola
que he venido a dormir bajo su sombra
de parasol y mariposa.
¡Raíz y árbol de
tierra mía eres!
Con la espesura de la arcilla
edificada,
la humedad llora en su rama de trueno
por tu lágrima
y tu... Hoja...
¡Hoja mia!
Destronas la potestad del océano en
maremoto
cuando explotas en mis brazos
tu espuma de romántico arrullo.
Hasta mi sombra sabe de tu tendida piel
de hoja
y mi amor de papiro escribe a diario
con la sangre rosa de hoja empapelada.
¡Estuario de mis
besos!
Pareces el muelle guardián de mis
labios en ti coronados.
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