Acató la boca amarga congelar
la sonrisa del mudo
vendados los ojos de Cupido ocluya
visión de mordaza,
bastó el deleite del preludio
como prefacio de teclear
armónico.
Despojó las vendas de sus
manos el músico
caía el bastidor y abría su
pulso el concierto.
Lentas luces parecían lejanas,
persistía el aplauso del séquito
popular,
escenario a pleno estallaba
su localidad.
Presto a disciplinar sus
teclas con veinte dígitos holgados
sobre una poltrona astillada la
interpretación inicio su bohemia.
Su rictus era locuaz
plasticidad, sonar agreste de arrabal
de plomizos aguaceros bajos
domos de boulevard,
enriquecidas notas de
historias épicas trasnochadas,
noctámbulos sitios donde
halló su sino de espesa viscosidad.
Tabernas de mal andar,
perenne humo a cigarrillo pringaba el chaflán, albergues de transito libertino,
burdeles filibusteros, errantes sombras recostadas al compás.
Dedos y unas sangrando de
tañer hasta fatigar
los pozos del aire donde
reposan claves de pentagrama.
Exaltadas aves del crepúsculo
en su menguar a mitad de sesión levantaron al tecladista con su estructura corpórea
en estremecido delirio y un afinado orfeón de calandrias en campanas antípodas
eran colofón de notas, vagaba
el cuero melómano su ensoñación
de nimbo en estrambótica
soledad.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed.
PALIBROS - N.YORK - EEUU
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Word Press Poetry
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