Ver pasar
el torrente caudaloso de aguas y piedras,
relámpago
de cristales el rio transita a su desembocadura
y bajo
los príncipes encorvados de rocas que unen riberas
se refresca
el lomo de sombras y su larga crin color miel sombría
Sus
espejos de cristales refractan rostros de cera diluida
sin olvido,
algunas figuras reconocidas datan de viejas épocas
otras se
evanescen en el brazo continuo y se desdibujan.
El canto
melodioso de pájaros trinan y en recodo mi grácil damisela
proviene
del manantial de flujo antípoda y constante,
enroscada
con diamantes púrpuras su cuerpo navegante
aroma a
pinos llevan sus trenzas, espigas
color oro a su cabello,
eleva
sus profundos cojos negros y en su mirar se asocian con los míos.
Paisaje
majestuoso su piel cobriza, exaltación de lo bello,
la
sonrisa vive en su rostro y canta como el mirlo
arde mi
corazón y reposa mi alma en su belleza sin
esmalte.
No caben
tantos azabaches de ojos en el la tierra ni en el rio.
Por
ellos doy mi mundo, ellos dan luces a mi camino errante.
Radiante
cual la tarde que me conquista, mientras
el flujo
sigue el
trazo de su cauce yo miro sus pechos como panales.
Hermosa mía,
es tu cintura como el rio que a ciegas transita su cauce,
de siega
en cereales y un cuarto de luna menguante fosforecen
farolas
a tu mundo. Largas piernas que recorro son mi camino vagante.
Tus
sinuosas caderas dos pasteles horneados en algún sitio oculto, aroma a humo en
tus panaderías curvadas, recodos de sitios conocidos, y no por conocerte te amo
sin por lo que has hecho sino por lo que no has realizado quizás por no
habértelo pedido, cercana muñeca mía.
Un rígido día del ayer tus ojos vieron la estrella derrumbarse.
Divina
transitas como el rio hasta la plástica del hoy en el
punto ápice del vino,
Eres tu el racimo cosechado en la mejor vendimia del
incesante presente.
Extrañeza
singular. Un amor que no
se estrecha al límite
carnal de la encina.
Del frutal pulposo que reluce su corteza y el carozo
está intacto
como el soleado verano vigente.
Tal vez en lenta lluvia lave el tiempo sus calendarios
urdidos,
serán nuestros hombres paradigmas nobles de humilde
arcilla
y tal vez ocurra que sin mis manos abarque lo dulce de
tu cintura.
De LLUEVE EL VIENTO EN
LOS TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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Poemas de ricardo
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