domingo, 1 de septiembre de 2019

ROSTRO DE SOMBRÍOS FRESNOS

Tu fresco rostro que en la última luna acariciaba
lo vendiste cual mercenaria por oro candoroso
y el prisma lumínico de tus líquidos ojos
cegaron mis parpados de sombras desolladas.

Desoí el peso al madrugar de tu retirada,
en puntillas de pié no había resonancia
y en el juego broncíneo de vetustas campanas,
el fatal silencio derrumbó negras palomas sobre mi torso.

Así me dejaste, huesos fatigados, tendidos sobre el jergón andrajoso
donde el grito de los amantes mutó en cenizas de polvo.
Ya no queda nada tras los cortinados de la alborada,
solo un rostro engañoso empolvado es muestrario de falacias.

Ese rostro como labios de piel con alas
donde arañamos los muros de la nada
endurecimos las retinas que resbalaban.
Enrojecimos en sangre verdes cedros que soñaban
y los ojos de la sombra en tu rostro de enigmáticos túneles negros
fueron senda concluyente sin retorno de los pozos
donde se derramaron copas de lágrimas
y el espacio seco y plagado de sombríos fresnos
es espejismo de tu rostro brumoso en mi gélida ignorancia.