En mis yemas rústicas pero tiernas/
En la inapelable luz de mis dientes y
la redondez de tus senos reflejando
en espejo encolumnado
van mis iris salvadores/
Ya ni un oscura magia macabra
te acercará a la fría muerte/
Solo te esperan los roces del durazno florecido
y la cálida ventisca de un otoño danzando
entre el verde y el amarillo reforzado/
Tras una estrella que tiembla,
acaricio tu rostro/
Se disipa la niebla/
Como un milagro en mis manos de artesano.
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