Nubes de colgajos en la melancolía,
Nostalgia roja que inflaba la uva.
Estrellas de bronce en camino de seudo
minia
y en la ofrenda ritual tu cálida
escultura.
Flores centelleantes se arrojan vivas
de los altares,
y en los árboles descansa su ojo la
luna.
Vienes a mí con estirpe de delicados
parrales,
mi cuerpo se calienta en la penumbra,
andariveles recorren soberbios cereales
dejando negra molienda en tu delicado
pelo,
y por cada ángulo de mis dominios van
los trenes del alma perfumándolos de
azahares.
La transparencia recorre tus cejas
orquestales y
el último grano del trigo se desploma
en la red.
En tu blanca telaraña de coraje y
lanza.
En tu frente la radiante magnolia
se enhebra con el clavel,
embebidos de licor y esponja calman la
sed.
El sortilegio de la espuma roza una
ordenada Babel,
el violeta recoge la gama dorada de la
espiga
cuando los dobles cielos de sábanas
celestes
esconden cicatrices en una corbata de
papel.
En la derrota del plástico tallas la
madera en remo
y bogas hacia la tierra de promesas
que no vimos en los breves cenizos del
fuego,
donde recogimos frutos de acuarelas,
que nos estaban esperando por siglos,
envueltos en seda y aterciopelado
capullo.
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