Ella me daba su amor
con una fría matemática de avaricia
donde calculaba sin brío
sus afanes en medio de mi espejismo
sin soltar su mano una exigua caricia.
Todo dulzor era su voz cándida
en mi oído, penetraba como rocío
de agua congelada en el reino del frio.
Mi boca se ensanchaba de felicidad
pero era risa intangible,
una prisión de dientes
mostrando el panorama sin protagonismo.
Cruel el calvario del reo enjaulado
enclenque como la cosecha efímera.
Su labio inferior me rozaba con brevedad.
con vacio de tiempo cayó su propio abismo
hundida en sus gravedades.
y en su lógica de
caretas
rompí hasta su sombra de caricias,
observé el espejo mostrando su tristeza,
en ese gesto no había nobleza
ni a tientas adivinaba sus años,
la ocupaba más el engaño
de su silueta y
sus arrugados canales.
Desnuda y con piel seca
bajo un invierno dentado
la devoraron los anales.
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