El niño mira el agua continente del río,
oye el rumor silente de los peces profundos,
la senda de la hormiga y su galope.
Siente el oblicuo sol de la tarde
jugando en su planicie de frente.
Sus lúdicos dedos
volantean el guijarro de la piedra refrescante
y en sus pies descalzos de semblante
el ritmo de la mínima ola
acata su ingenua pasión en natural mandato..
La luz desciende
dos copas naranjas en su entrecejo de mirada y
la táctica agreste de los cerros obedece cándida y
eleva su altura de sienes con aspiración de montaña.
El niño arma su estrategia de fuego en la pradera
y el ojo único de la roca
obedece su orden de novela y fantasía.
Su futuro pende del color de su mirada y
la instalación de la pregunta en su boca,
a la incógnita ola inconclusa donde mañana
su acción escribirá la respuesta.
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