Te
envuelves en el capullo
de la
luz naranja incipiente
cuando
inicia su fuego de flama mortal,
giran
aspas en hélice sobre tu vientre
y en la
solitaria soledad sin brillo
te
arrimas al umbral de mi vertiente.
Cuando
tu boca gira
la
palabra estrena nuevas siglas,
cual el
trino enigmático
del ave
sobre el altillo.
Y cuando
tus almendrados ojos miran
parecen
catapultas de fuego
que
funden el vidrio del espejo,
alejando
el temblor en mis labios que rilan.
Calla
negra boca,
sombra
de muerte sangrante.
Aquí está
la heredera del día
que te
ha vencido
en tus
propios condominios,
llevando
sus velas desplegadas
en la
calma del estanque.
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