Tengo
hambre de ti cuando no estás,
Apetito
voraz me provoca tu ausencia.
Extraño
tu voz de dialogo,
el
criterio me escasea,
como la
lluvia, en un tórrido verano.
La
lengua fatigada del monólogo solitario,
como un
loro loco, verde y repetitivo.
Los
oídos vacíos, carentes de tu voz.
Necesito
tu dialogo a la mesa.
Tu mano
en el paseo diario.
Tus
ojos dulces y asesinos, arponeando mi mirada.
Recuerdo
el caminar juntos, bajo el beso de la lluvia.
Tu
calma voz de viña rociada y clemente,
sedando
mi obstinación infante.
Mi ira
de rayo y ola que tú comprendes.
Mi
feliz servilismo de mate en la mañana.
Tus
oídos de plácida oyente.
Perdona
los llantos que te he provocado,
por los
besos y caricias entregados.
Perdona
mi hambre irracional por ti,
es mi
átomo - diminuto de conciencia - que
lanza
el rayo de fuego a tu esencia absoluta, y
hace de
mi hambre una metálica torre de dientes.
Dientes
voraces, de sed y hambre que se incrementa y
de mi
territorio impío, de salitre puro,
suelo
dejar alguna marca en tu sombra.
¡
Perdóname todo ¡
Pero no
me quites mi impulso avasallante
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