Como
dos hojas ocres de ficus
una
mujer y un hombre
observan
tras la ventana
el
brillo desnudo de otros otoños.
Se
reflejan en la distancia
con
ademán de rictus.
Esbozan
los ecos de su nombre.
Se
escapan entre las
ramas
despojos de opacidad
que
antes fueron reflejos
de
amor y hoy
sombras
y escombros.
El
tiempo los delata,
la
caricia es frío de ambigüedad
que
refleja en la gruta
de
esa misma ventana/
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