miércoles, 1 de octubre de 2014

PLEGADAS MANOS


Quizás esta vaga ilusión citadina
de algarabía en la gran metrópolis
desmembró la nostalgia de dulces momentos.
Cuando en calma disfrutábamos la hogaza en la mesa.

Con las manos de tierra éramos agricultura de dorado trigo,
en los surcos plantábamos celestes semillas
bajo el sol silente bronceando sombreros de mimbre.

El hogar era símbolo de convivencia,
la argenta matriz de nuestra esencia.
Infatigables horas continúas fortalecían nuestro destino
de aves libres sin orden de semáforos.

El vino era melaza en la copa circundada por los labios
mientras la siesta cuajaba su espíritu de fermento.

Simples bandadas de alondras dueñas del trino
entre eucaliptus inclinados su canto se dilataba
y en menguases charcos agrupado croar de renacuajos.

Así llenábamos hendiduras de sembradío
cuando estirábamos la noche desde el incipiente alba
y el compartido reducto plegaba nuestras manos

de cerrados valles mirando atónitos tras las ventanas.

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