Llévate
de mis ojos, alma mía,
abalorios
de turquesas coloridas
para
alumbrar tus noches,
con
las candelas de mis pupilas,
estas
cejas de negros tribales
que
abanican como el viento salvaje,
la
boca que pronuncia enigmas
y
estas crestas de labios
que
declaman selecta poesía.
Déjame
un hueco de abierta tranca
con
los pies mojados por mil lluvias,
el
tapete soportó pesados aguaceros
trombas
raudas durante veinte años.
El
pie húmedo anduvo descalzo tras tus líneas,
hasta
topar el telar sedoso de tu presencia.
Nítida
silueta, deambulé polvaredas
con
palpitación emotiva,
hallé
tu nombre
en
la profundidad del tálamo
y
tu cintura de enaguas
cercada
por los anillos de mis manos.
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