Tener la roja aleta nadadora
de un pez
para sumergirme en tu boca
sin ahogarme.
La amplia envergadura del
águila
para disfrutar tu frente en
precipicio/
La cosquilla de la hormiga
entre tus pies
soltando risa en tus dedos
terrosos de guía.
El madero de un pórtico que
suave golpeas,
la lenidad pilosa de la
vicuña en alfombra
al entrar tu paso diario de
estirada brisa/
Tener piedras y rocas en mi
esternal pecho,
hombros de fuente donde
deslices tu lágrima entinta/
Conservar la pira eterna que
asciende de tus talones,
el fragor de una usina para
mantener tus volcanes
guardar el fuego de tu carne
en mi arcón de retina/
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