Reluce
la acera helada al bajar nieve del invierno
Las
acacias se congelan en la rigidez del aire
que
se empeña en calar hasta la médula del hueso.
Sobre
los techos no hay refugio que ampare
la
fauna que aúlla como una montaña de hielo.
La
tibieza mira tras el empañado cristal de la ventana,
Todo
semeja un cruel escenario de sepulcrales lirios,
al
doblegarse hojas sumisas en las aceras
el
viento se esconde en su cubículo.
Por
dentro humo de tabaco y calor de mate
tenuemente
abrigan la intratable sensación del
frío,
y
en las rendijas más recónditas se retuerce el hambre.
más
congestionada la carne que comprime al cuerpo diminuto.
Las
palomas se petrifican en bronces de campanas,
los
subsuelos son camastros de cartones y sabanas de abandono.
Un
viejo ciego llora de asombro por las venas duras del niño gélido,
bajo
el poder del invierno brutal clama en la intemperie el cuero dolorido.
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