Ella peregrinó
el tiempo de los verdes pinos
en la hora del celeste
acacia,
llevó sus ojos de fantasía
con ígnea nitidez de lava.
En el orbe expone su figura
de carne.
En la diaria fuente de plaza
rúa con afanes
giran reflejos de cristales.
Sonámbula y con hambre
camina tras su sombra
y en cada paso diluye una
aurora.
Señora de nadie.
Dama de Alguien.
Ha rentado su mortaja eterna
en el oneroso menú de las
tinieblas,
cuando abre la puerta de su
loft
entra primero su soledad de
alma
que inverna,
diseña pálidas guirnaldas
en lápida anticipada.
La noche entra con sus
muertos
por las ventanas
y el aire desvencijado de sus
amores
huye sin saludo
por la ínfima mirilla de su
portada.
Su corazón se hizo madero de
violín incierto,
rasgando su arcón en la ópera
donde cantan las serpientes
su emboscada.
Los ángeles amanecen al
espejo y
se diluyen al giro de su
cuello en reflejo.
Su desértica mirada se torna
aislada
en la planta plástica de
clorofila inventada
y siembra su maceta
sarcástica.
La anegada riada en sus lágrimas
suelta brea
y el balcón acopia su
tristeza maculada.
De LLUEVE EL VIENTO EN LOS
TEJADOS- a publicarse julio 2019 - Ed. PALIBROS - N.YORK - EEUU
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