Recuerdo no
hablarte...
Porque el invierno
reclamaba una hora
más cálida.
Sí sentir...
El viento llorar
en tu oído,
el mudo silencio
afligido
conquistando tu
dulce esfera.
En tus ojos ardía
el momento.
La voz recogía su
lengua anticipada.
Y lento...
El invierno iba
dejando
el amarillo caído
en las palomas
posadas en tu frente.
Recuerdo
mi boca dejar su
espasmo rígido,
pronunciar palabra
de rocío y
largamente en la
cresta del arco
irisado pintarse
mis labios de acrílico,
y mi boca descosiendo
las costuras de tu alma,
como si cada hilo
en mi voz fuese semilla
y tu oído el único
sembradío
en los huecos
cavados de la tierra.
Mientras el aire
de la tarde se colmaba
de voces en los
árboles de la guerra,
yo me extendí en
el lecho lentamente
a contemplarte y
susurrar, te amo.
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