Amada,
en granos
planetarios,
multiplicados
soles en las redes del viento
florecieron
semillas sembradas con sangre
en algunos
paisajes sombríos.
Hoy son cuerpo de
espiga nutriente,
violines cimbrando
en vendimias
de copas hasta el limite sacro.
Nuestros pies
descalzos
anduvieron sendas
de lunas,
lecciones de invierno
de frio castigo,
hojas de otoño caídas
ametralladas en países
extraños.
Al hierro doliente
lo dejamos
en islas de
abandonados calzados.
Trajimos fuego de glaciares
sureños
derretidos en
nuestras dedos de aguas cálidas.
Regresamos a la
faena del huerto,
donde nunca se
petrificaron pétalos
que crecían
bajo la media
sombra de nuestra patria
mientras el amor se
ensanchaba
con los poderes del vino.
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