Veía tras los parpados callados
la caricia morena que a su rostro
colgaba,
lago sereno parecía cisne que navegaba
entre rumor sonoro de cascadas,
el fiel parral tenía frutos sosegados
que a la flancos del árbol estrellas
bogaban.
Dentro de sus pupilas agitaban aves de
plata
un cándido antro sonrosado de besos
y la tarde ciega oía el arsenal de la
batalla.
Los quehaceres del aire entre sus
pechos castos,
la cabeza de su amada era melaza
durmiente
y con designio sabio el amor habló por
su boca.
A la faz de Selene celosa rozó su mano
trémula
mientras
dos labios prestos en el espacio
de
una gota en suspensión clemente,
a
bálsamo de oro y plata reducía el universo
pulpa
de sus cerezas, óleo sagrado de vástago
rubricando
joyas cinceladas en sus cuencas.
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