Ahora Jorge vuela
en cuatro alas de mágica
mariposa.
En un corcel dorado,
hecho de espigas libres y
soleadas,
vuelve su propia voz
subiendo el arco eólico del
vástago,
en la altura conquista
el aire de las aves y
son sus alas en mi cielo sin
borrascosa
deletrea sílabas propias
que mi verso atrapa de
memoria y
como hiedra afable se enreda
en mi verbo
sin época
hasta el feliz hartazgo.
Giran en círculos aspas de
molino
cuando murmura con la
tempestad del vino,
asciende su fuerte aliento
de rama ornada,
rompe su peñón de vidrio y
amanece en un trébol
afortunado de hojas.
En sus manos teje un
forestal tupido,
creciendo con sus ondinas
boscosas
refrescando la piel suave
del hollejo.
Yo te veo amigo,
con los mismos ojos
inclaudicables
con que hoy reviso el papel.
Con la afable mirada
contemplativa
conque tus manos saludaban
el ayer en pergamino.
Manos estremecidas de canto
vívido
manejando la hoja nevada del
cerezo nipón florecido.
Te he visto mas allá de la
gama del arco iris,
en la anatomía de tus alas
reflejando ultravioleta.
resbalando en carne y hueso
tu arte de patineta.
Te vi saltar los alambres de
la pradera obsoleta
y tras el vitraux de tus
ojos merecidos
con dos pupilas de niña
embelesarte.
Te he visto soplar un papel
y
armar la sonrisa de un
payaso erguido.
Mover tus pies de ozono por
la baldosa,
hallarte tras el dorso de
todas las cosas
reflejando del ocaso lumen
al límite florecido
en tus sueños emplumados
seguías levitando.
Ahora jorge, amigo,
sigue volando en la espira
de un carrusel divino
porque del suelo en que tus
piernas han partido
dobló la tierra sus pies
torcidos y
en tu mundo de riqueza
estacionada en latido
con hombros de alerón
abierto ibas rasando
tu vuelo de querubín con
oxigenado respiro...
Llevabas tanto aire tras las
rayas del tigre sumergido
que en tu espalda de destino
que volvías de las rejas con
locura y desatino
a enriquecer los copos
nevados de las nubes.
Con la gracia ágil de un
saltimbanqui y
la prestidigitación de un
mago te vi refrescarte
en los peldaños mojados de
la escalera de la muerte.
Hacer de un charco un azul
estanque
y en la vía Apia de las
turquesas
suspirar ellas por tus
desvelos.
¡Te digo amigo!
Que entre las horas predilectas de mis recuerdos
tú ocupas el trono de la
conquista.
Breve adiós amigo…
Hasta el encuentro que
trasvasa
los espejos del tiempo,
en los mármoles de un ágora
me siento a evocar tus
verbos.
llévate mi piel y déjame tu
aroma.
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