Al coloquio deslumbrante de
la noche,
los pájaros trinaron desvelados
La cálida canción de
lánguidos otoños
que acunaron tus inviernos.
En la cima de tu corazón,
(con los astros danzando en la escarlata),
mido tus pies en su terco
andar hacia mí,
y tu boca de nácar que no se
tiñe.
Tu presencia es mi muralla,
tu mirada mi prisión.
En la selva de tus cejas se
desata la corbata de la pasión.
El follaje decora tus
pestañas, y fulgura renaciente
en la mitad de tu bosque el
ígneo corazón celeste.
Por tu rostro, dos lagos
luminosos,
rebasan el limite de los
océanos infinitos.
Cuando sopla el viento y roza
tu frente diminuta,
el sol acaricia la mies de tu
pelo, el aire me urge,
la envidia me apremia cuando
veo la luna
delinear tu sonrisa y
persuadir a tu sombra.
El arpa de la noche le hereda
al sol un legajo en mandato:
¡ El eco de tu voz
despertando a la mañana ¡
¡ Alma pura. Alma mía ¡
Desando tu fértil cintura y
en tu ombligo, roturo surcos en tu vientre.
¡ Negra y morena. Morena y
negra de fulgores eternos ¡
Ojos pardos y negros que me
bañan,
húmedos labios que me empalagan.
Cuando una mirada me horada,
mi amor
es vigente aunque mi figura
se ausente.
Tu dimensión es intangible,
el sustento de tus besos inmedible.
Cuando me cobijo en tu
espacio de lana,
tus pupilas de guía, me
llevan al faro de tus ojos.
Acallo palabras inútiles y
estreno silencios,
en la cadencia melódica de
tus notas.
Tu suspiro me levita y
evapora en vendaval.
En mi huella, tu mano es mi
lazarillo.
La luna y el sol cómplices,
conspiran con el reloj para
vernos juntos.
Agito banderas con fervor,
y la calma serena de tu
gesto, cierra la ventana de mis ojos.
¡ Intriga de mujer bella,
trémula flor radiante ¡
¿ Que bendita mano, te puso
en mi senda bello pétalo ?
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