Te pienso y te siento.
Tu me sientas y me hablas.
Lo sé porque en mi escucho
los potros salvajes cabalgar mis sienes
apoyando dulce su herraje pesado de algodón lene,
y mi corazón de pelo y hebra
pecho se agiganta,
como la rosa viva fecundada
por la lluvia penetrante.
Te siento cuando el eco
disimula tu voz repetida y desnuda.
Despierta mi día con mi oído
de escucha.
¡ Tu me hablas ¡
Con lenguaje de sexo y amor
conjugado.
Cuando pronuncio mi verbo en
verso
se diluye como fantasma
blanco en mínimos adjetivos.
Emergen potenciadas mis
pilosas pieles
y agrandan mis pupilas sus
lagos de avena
y mis manos de deseo y falo se erizan
erguidas
como banderas tatuadas con
tu nombre.
Mis glándulas se dilatan y
expanden.
Se contraen y confunden en
un aspa babélica,
Pero responden
y mi verso se hace pequeño y
diminuto,
exiguo, al borde de lo
irrespetuoso.
Mi ojo único de Cíclope se
multiplica
y la lluvia desparrama sus
áureas de ínfimo día,
ocultando sus nieblas tras
las sombras de tu sol semejado.
La lluvia aparenta su
prepotencia de diluvio y
las flores desfilan sus
mínimas mandíbulas,
los laureles verdes asoman
tímidos
sus uñas débiles de garra y
efluvio
mientras tus curvas rebeldes
me llevan a un escrito
casi pálido, casi de
exocirsmo...
me pregunto :
¿ Será mi pluma tan incapaz,
o tus territorios tan indescifrables ?
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