La espina intentó en vano
asediarnos con el filo de la espada,
al dolor le dejamos los rotos vidrios
de una vacía copa marcada de labios.
Copa herida
-ya alimentada de los rojos-
Abrió su boca redonda de sediento estambre
con apetito absorbente a nuestros panales.
De nuestros labios de estío quemante
andando el piso del germen,
el pié se hizo tallo de flor
y lleno su vientre preñado de aromas.
La espina no se pronunció...
Solo porque clausuramos su gruta de espanto.
Con cuadriplicados labios respondimos con encanto.
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