Tu
sabes que iría a ti,
aun
bajo las piedras lloviendo.
Con mi
uña encarnada y
un
manojo de pétalos en la mano.
Hacia
tu boca y tu rostro
de
invernadero florecido, y
tus
labios de estuario de mar dulce.
Sé que
te gustan esas simples cosas.
No
quiero se te evada la vida tras los sueños inconclusos.
Espérame
con los miles de rojos en los labios, y
que un
lunes amanezcas,
con la
sonrisa amplia del domingo.
Sigue
amor las calles de mis venas de instinto.
calla
la razón y que triunfe el corazón.
En el
vidrio de tu copa
deja
enmarcada tu boca de cristal y
que la
felicidad nos habite y
no
esconda su riqueza bajo la tierra.
¡
Ocurra lo que ocurra ¡
No
tapes tu frondosa cabellera en copa de alerce,
derramando
la trementina con un suspiro y
la piña
con una suave brisa.
Trementina
como ácido dulce y ardoroso,
de
brebaje para mi sed, anclada y perdurable.
Tu
corazón vence a mi razón y
mi
razón se rinde a tus pies.
No
suspires mas amor por tu aliento.
Has
ganado la batalla.
Con el
bostezo del jardín al alba y
la
lágrima feliz rociada en tu piel lustrosa.
Pareces
un enigma vegetal:
Cuantas flores tendrá tu huerto de invernadero
que más
que perennes parecen inmortales,
inmortales
flores de néctar melineo,
cultivadas
en la tierra del Nirvana.
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