El otoño hizo su hora de levante
al soplo de una partícula de brisa
cuando azotó la astilla
se incorporaron nuestras almas de fuego.
A mi pedido de ramas
llegaron tus prolongados brazos
de hoja
y agua derramada.
Con gotas de tu rocío
dibujabas mi nombre de suspiro
esclavo levantando tus mieses.
La hora recogía su lento labio casto
y mi abrazo de instinto te cercó amor...
Enramada cautiva.
Ambos éramos prisioneros de la pasionaria,
la púrpura madrugada
nos halló con los labios en batalla
cuando acerbas tus opulentas sedas....
Mis brazos...
Brazos míos...
Brazos de naufrago atracaron en tus muelles de volumen
con las blancas señales de un faro encontrado/
¡Amor mío!
Tu me alejaste de las costas del espanto
donde mis inútiles redes
recogían la distancia de los peces muertos.
Tu mirada de marea y cardumen llegó a mi estomago
como apetito de impúdica hambre/
La primer estrella que vio mi corazón
partió de tus ojos anegados de brillo,
desplazo mis oscuras cosechas
por las espigas de oro
en tus campos minerales enriquecidos.
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