Yo voy sembrando caminos
allí donde duerme la tierra sus angustias/
De los verdes prados calientes a los fríos cerros
explotando sus encinos y cerezos,
parte mi marcha de la mañana con tesón espartano.
El árbol abre su hoja de mano hóspita
como un párpado celeste de asilo,
extraigo el dolor de la espina y su veneno,
coagula la muerte del vegetal con
la fría tempestad de la escarcha y
mi siembra de cereal madura
trepa las torrecillas tempestades del vino.
¡Yo voy compañero de osadía ¡
Con verso en mano,
más potente que una espada de filo y
justa como una redonda mesa de Cámelot,
extendida en la lastimada pradera
voy sanando la herida de la espiga y su anchura.
En el camino no hay más turbios dobleces
que las óbices curvas del yo impedido/
El viento resopla al álamo sus ronquedades,
voy abonando su verdad de vendavales
y
mi cuerpo de músculo en brazo,
extrae la aguja clavada en el corazón de los robledales.
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