El
rigor del invierno
se
deshacía en mis manos
como
un frío pétalo de frágiles cristales,
entonces
la primavera se vestía
con
relucientes ropas en los valles,
colmenares
de estío derrochaban
miel
en los panales
y
el sol diluía gota a gota
dulce
brebaje en sus frutos labiales.
Ella
se formó en todas las estaciones
del calendario…
De
trigo áureo su cabello de oleaje,
de
hojas amarillas su vientre estepario,
ciñe
minúsculos corales
al
abalorio perlado de sus simples collares,
con
plumas eíder cobija
trino
de pájaros locuaces.
Tiene
seda por piel, ojos de sombra inquieta,
fragancia
a fresas disemina al aire.
En
las palmas de mis manos cabe
toda
la arquitectura de su silueta grácil,
y
cuando a veces abatida cae
mis
dedos la suben hasta los labios
y
le pliego el beso más plácido
que
a ninguna mujer le han entregado.
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