Si el frío
enterrara
sus espectros
azules,
apostaría mis
pies al barro,
que haría la
mudanza de la niebla
a otra
estación/
Cuando el
frío olvide
su ronca voz
que aterra al grillo
y suden las
campanas de pavor,
el ave
desterraría su temor de golondrina
volando a un
futuro verano.
Los libros
serian más que estantes
de gélido
invernadero petrificado/
El ojo
espía de la hoja esperando
la vertical
caída del almanaque
y junto al
niño del aire
bajarían
claveles danzantes
con la salud
reconstruida
en los puntos
distantes/
El diván
arrimaría su oído escucha/
El futuro
iría ubicando su cálida mirada de hogar/
Borrando el
polvo del frío
en las pieles invernales
hostigadas de flagelos glaciares.
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