Cada mediodía
despierta una
mole su rutina.
El sopor en la
cama
es la sátira
entre los pliegues de las sabanas.
Estira la pereza
nocturna,
dialoga con la
almohada en un soliloquio
de lentas penas.
Vislumbra el
desvanecimiento
en las muertas
mariposas
que aplastó lo
profundo del sueño.
La noche abrigó el insomne anhelo
de su vicio
solitario.
Pesado se yergue
como ancla de fondeo oxidado,
en la vigilia
rige el claustro clandestino
cuando goteras de
lluvia no dañan la insípida
comida envasada.
Prende una
pantalla de nostalgia,
irrumpe su gula
cuando aplasta sus nalgas
en reforzado sillón
de cuero.
Se escuda de lo
real
pero la hora no oscila
con pereza,
El ocaso toca la
puerta y colmado de chatarra
inflama el resplandor
virtual.
Se oscurece la
claraboya del día ocioso,
sin arrojo ni ira
transita la senda
de los anales.
En su regreso
flota una nube su vaga armonía.
Ya la noche
respira en la ducha,
sienta su desgano
sudado
en un corcho que usufructúa
de boya/
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