Este
ejercicio sin hora..
Oficio de bella fatiga
que ignora la lluvia y la temperatura.
Amo
hasta su látigo
cuando fustiga mis noches,
revela mi lengua su palabra ignorante
y sacude el frío mi mano de pluma.
Este
ejercicio de calistenia
es
oficio que ignoro quien implantó a mi mano.
¡No sé si mi oficio es arte o desastre!
Pero
me obliga el amor,
la
constante lágrima del oboe golpeado hasta el dolor
y
el son del siku apagado en las vitrinas.
La
queja propia y la ajena que me enajena,
el
rapto de los besos prometidos,
la
sápida lengua sin sabores,
el
horror de la hora con mi rostro en el espejo.
Oficio grato como dulce panal absorbido.
No
sé si he pedido
el apetito de la sangre del escriba pero trabajo a diario
con la multiplicada lejanía del apartado,
el retiro adosado del que ignora mi lado.
Mi
mano solo plasma el dictado de las voces
que
rumorean la muerte del expirado
y
la dicha del respiro que sopla en vano.
La
ardiente vela del eco inconsciente
va labrando mis oídos de surcos y retratos/
dictando todos los sonidos del planeta
y alguna silaba del mas afuera
seguro se frizza en mis sienes y tímpanos de memoria.
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