No
entres con tu cuerpo
al
campo del dolor extraño
heridas
de lágrimas
de un
tiempo empañado.
Nos
queda un silencio
de
manos, un cubo de espuma
en el
juego de la mirada.
Mientras
se hace el poniente
sanemos
esas heridas de sudor
hasta
coagular la sangre,
con
lenguas que dibujamos al aire
y voces
de grito disipando la bruma,
salgamos
áureos al oriente
Rompamos juntos este camino
de piedra hirsuta,
y tambaleen los cercos opacos.
Desatemos rígidos nudos
inundando las tierras como un río terrible
y en loca fuga
nos destrocemos enamorados
con lavas en delirio
y serán nuestros labios
riberas desenfrenadas al desnudo.
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