Ella
que peregrinó
el
tiempo de los verdes pinos
en
la hora del celeste acacia,
llevó
sus ojos de fantasía
con
ígnea nitidez de lava.
En
el orbe expone su figura de carne.
circula
al incipiente ocaso fuentes de plazas
nocturnas
y transita con sus pies de agua
rúas
con afanes
donde
se obnubila giran reflejo de cristales.
Sonámbula
y con hambre
camina
tras su sombra y
en
cada paso diluye una aurora.
Señora
de nadie.
Dama
de Alguien.
Ha
rentado su mortaja eterna
en
el oneroso menú de las tinieblas,
cuando
abre la puerta de su loft
entra
primero su soledad de alma que inverna,
diseña
pálidas guirnaldas en lápida anticipada.
La
noche entra con sus muertos
por
las ventanas,
el
aire desvencijado de sus amores
huye
sin saludo
por
la escrudiñosa mirilla de su portada.
Su
corazón se hizo madero de violín incierto,
rasgando
su arcón en la ópera
donde
cantan las serpientes su emboscada.
Los
ángeles amanecen derrumbados al espejo
y
se diluyen al giro de su cuello en reflejo.
Su
desértica mirada se torna aislada
en
la planta plástica de clorofila inventada
y
siembra su maceta sarcástica.
La
anegada riada en sus lágrimas sueltan brea
y
el balcón acopia su tristeza maculada.
De mi libro PLANETA HUMANO - Ed. TIERRA FIRME. BUENOS AIRES -
ARGENTINA
Hecho el Depósito según
la ley 11-723- registro de autores.
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