Hoy se
alegra
el
cantar del almendro
en las
ramas recientes
donde
avanza tu recuerdo.
El día
movió
mi
tablero de piezas
precediendo
primaveras
de auroras
glaucas.
Esta
mano de espadas
rozó
tu cabello de flora
que la
huella acicaló
con
estremecer palpitante.
La
soledad ha muerto
bajo
la luna de tu sombra,
se
alarga el huerto
en tus
dígitos de tierra.
¿Esa
luz que te rodea
es aurea
que no
se apaga
o brillo
emulo de luciérnaga?
Te
miro como
a un
nuevo puerto
de
deseos
donde la sed impera
coronar
el flujo
lacustre
de tus venas.
Mi
humilde palmo
sigue
esbozando versos,
brotes
que emergen del corazón
cuartos
de luces y sobresaltos,
cuestiones
que me asaltan
como
los pájaros en desfile interminable,
allí
donde un ruiseñor conoce tu encanto
y tu voz
intima al calor de mi sangre
con
rumor embravecido y palpitante.
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Poemas
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