Se desmiembra el oro en la siega
del seráfico trigo en las cúspides,
y un desparpajo de gotas cristalinas relucen
la preñez del relámpago fecundo que siembra.
Ya se tientan los crepúsculos de la
siesta.
Más en la improvisación que en la
costumbre
de besar el cuerpo amado con vela de
relumbre,
el tiempo arenga la seducción del macho
y la hembra.
A toda esencia humana aqueja
la progenie de la vida en el hueso,
resumen resonantes fragmentos de fuego
y el nobel vástago estalla en nuestra
pareja.
Ya mismo el niño proclama con su lengua
envestido con la hermosura de tu cuerpo,
tierra amanecida de albores y epicentros
cuando sueltas torrentes en las
acequias,
festejamos al brote tierno que encausa tu
belleza.
Plasmada en napas profundas de forestas,
amanecer de júbilo cantaban azules
cedros
cuando socavamos la virtud en perplejo
silencio
el hijo manifiesto es la austeridad de
la cópula tierna.
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