Traspasa el umbral de aciaga sombra
una luz penetrante que se amplía bruscamente,
despierto en mitad del sueño la
sensación vaga
el punto naciente de una flor sucinta,
los objetos retoman vida entre la flora
y esperan que brote su lugar presente.
Abruma la convergencia de profundas migraciones.
Las espadas y los arietes del Hombre
destrozando el metal de occidente,
jauría obsecuente de salvajes legiones
atropellan las huestes de Alejando el
Grande,
y las garras hermética del halcón
mensajero
planean el imperio Persa y marmóreas
efigies romanas.
Vuelven rostros de leyendas huracanadas.,
Mis rasgos son de rayo lívido contiguo a
la muerte vasta,
aquella que paciente espera en la zanja
dispara un tempano perdido postas de
alcayata,
cede este cuerpo sin memoria y todo los
estratos vividos.
Ah, sí con esa luz despertara el cuerpo
fallecido.
La eternidad es una encrucijada de
piedras escarpadas
un declive pringoso de cellisca que
derrama
el umbroso cielo sobre la casa.
Ah, si la luna blanca tuviese parcelas
húmedas
elegiría la quietud de mis huesos en un
lote de lago silencioso,
con azahares cubriendo la lápida
Babilónica del anonimato.
y un suspiro de briza inmersa en el
cenotafio.
Del libro DIEZ POETAS SUDAMERICANOS- – Concurso ed.
PALIBROS – julio 2016 - N.Y. EE.UU.- Publicado en Español e Inglés.
2da. Edición - Abril 2017
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