jueves, 16 de julio de 2015

HECHIZO

      
El halagó tu oído 
con cuentos de cenicienta, 
horadó tus sienes con bellos sueños 
de nodriza que se apegaron 
en las paredes de tu cerebro. 
Fue el mago hechicero 
que distendió tus gestos, 
el embaucador maquinista 
acelerando tus latidos, 
el mágico carrusel 
donde bailabas en el espacio. 
El corcel que huyó abruptamente 
y tus palabras se entumecieron. 
En la noche apacible 
juntaste fragmentos de los cristales 
de ese quebrado corazón frágil. 
Residuos de vidrios cortantes 
clavados en tu alma... 
Volviste a armar los retazos 
en compañía solitaria 
con anteojera de obediente 
potranca tirando del carro. 
Doliente y sufrida. 
Callada y perpleja. 
No te preguntaste para que ordenar 
el caos en una vacía maleta, 
ni para que pronunciar otro nombre 
ni oír el golpe de otros pasos. 
Te habías enamorado 
de un cobarde fantasma 
que en rictus de mutis 
desordenaba tu falda. 
El se fue plantando lagrimas en tus orbitas, 
una perpetua señal de fruncido entrecejo, 
un cruel tiempo en el cajón del espanto. 
Tus manos seguían acariciando 
la silueta de un espectro, 
un artificio de piel, 
un recuerdo adulante de diluida conquista. 
Te dejó la llovizna en los ojos 
que no apaga el simulacro de la risa y 
el ritual diario de esa nostalgia monoteísta. 
Mujer eres 
entre los hombres reales de firme camino, 
cuando el devenir traiga 
la zapa cavadora de esa esclavitud. 

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