Tendido en el albor sobre las raíces
glaucas del tálamo,
veo llegar sus pupilas de baldío, los
cabellos accesibles en su esplendor,
labiales acallados, el cuerpo
habilitado cae en mis brazos derretido
como un pabilo de cera inquieta.
La sangre distendida fluye en sus
venas, un plegar de parpados
la asemejan en mirada a una Diosa con
diamantes dorados.
Es la callada compañía del silencio
despoblado, la voz queda del ámbito.
Vocación de espada blanca, torbellino de
corrientes mi erguida sustancia.
Ella es la sombra anhelada del ayer, presencia
de luz transparente.
El sudor del cuerpo es calvario , paradisíaco
fragor y ocular paisaje,
luna gota de sal en sacudida, hija del
movimiento es su sonrisa de esmalte ebúrneo, de edades sin tiempo.
Viene a iluminar mi vida con sus faros
encendidos,
tras la blusa del sigilo están las
abras anheladas,
atajo entre cerros erguidos, desprende
olor a cerezos puntiagudos,
Vestida o desnuda es tan perfecta como
nueva luna evanescente,
tiene feromonas de lluvia que en su
pecho dormitan.
Es la precisión de la agricultura, el
copo de nieve derretido en mis manos,
corona abierta, imperio de flor venturosa,
su encanto
seduce mis constelaciones dormidas.
Se disparan
los besos y las piernas torcidas
Son sonar de
ruido rojo , de huesos quebrándose,
las manos
bronceadas se juntan como espigas bajo el mismo sol dorándose,
Respira el
aire tibio en las dos mitades del espíritu el alma yace sorda,
somos una barahúnda
de goterón diluido en una gota de gelatina,
Cascada de ríos
turbios. Vamos pasando aguas sobre puentes amarillos
Los parpados
cansados levantan su forma y miran más allá del olvido
Golpeando
los ejes simétricos de las cisuras, como un desgarrado vidrio
Caemos al
polvo del alfeizar mordiéndonos hasta lo oscuro.
Rozamos la última
ventana del infinito
y entre las raíces
cruzadas hay un lago de agua en estanque,
un istmo de
espuma decaída en anochecer de blancor
laqueados
donde se
limpian los hornos nupciales. Sonríen los labios vivos
a las patrias
que recogen nuestra sangre de velo escurridizo, astros somos de un mismo cielo
asentado.
Tras el diapasón del incendio el flujo
acuoso exprimido,
bebimos en la misma copa el cuerpo del
vino que enaltece loa labios
de cristales extasiados.
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