De mis labios memoriosos vuela la
mágica palabra de ternura.
Al claustro de tu oído se detiene en el
recodo se dibujan brillantes astros.
Despierto ahogado en los muelles del
ocaso, tras el eco azul
del lago obstinado, donde danzan
nuestras lenguas.
De ti parte la barca, al horizonte de
la lejanía, te persigo hasta tu antro como noctámbulo idolatra. Las gélidas
puertas me golpean.
Sobre mí caen piedras, algas y lluvias
de astros. Pero te persigo.
Con mis pies de barro a los tumbos.
Algo absurdo e iconoclasta.
Te devoraste mi rebeldía de adolescente
impune, hasta los marcos
de las ventanas, cuando entro tu
soledad simiente en mi carne.
Al evocarte, el vaso de mis venas se
cubrió de sabor profundo.
¡ Entre tanta soledad y amor, te
bebiste hasta la sed ¡
De tu carne y tus huesos, carne mia,
carne húmeda del deseo
Abrace tu dolor de ascua ardiente, en
las alas de llama del estío.
Mi afán de asaltante lo aplasta el agua
como manada,
e impiadosa amante, me dejaste el sabor
de puerto de mar con osarios.
En la negra soledad de mi isla el canto
del ave se enturbia.
Sin voz, sin trino ni destino. Naufrago
aferrado a un faro ebrio.
Sigo ciego y desafino. Tu risa de
copula me tumba,
¡ Oh, cementerio de ruinas. En ti el
dolor cede su ansia de beber ¡
El arpón del mar desventurado me abrió
una oquedad de frío abandono.
Con voracidad caníbal me ataca el
hambre de carne mia. Carne tuya.
Flote en el mar de las lujurias y el
apetito de la bellota, cuando del mástil
trepe a barlovento, como marino a la
proa de tu llama ardiente.
¡ En el hambre fuiste el pan, en los
escombros de mis ruinas, la Cruz de los Milagros ¡
Mi corazón de gaviota herida ancla en tu pecho
de albergue, y
la pleamar vuelve, a la hora de tus ojos
enarbolados.
Silba tu canto de sirena mi callada
lengua, la palabra estalla en mis labios,
y al pronunciarte, en el sepulcro de
los muertos brilla el fuego de tu boca.
La ola se
hace con la brisa de tu partida viajera. Me abandona el
frío, y
la calidez en ondas, se desliza por mis
piernas de océano florecido.
En el cuello del mar, los muelles
helados de la costa ardieron.
Me emancipe erguido. Como las cúspides,
como los polos de la tierra y los
trópicos.
¡ Del dolor que me
exprimiste me renació el canto ¡
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