Busqué en la naturaleza un solo signo tuyo del
topacio.
Penetré las trenzas minerales del aluminio y
la plata.
El agua y el salitre de la ostra abierta
luciendo su joya
y rasgué con mis uñas los pétalos de las uvas
más rojas.
Mordiendo a dentelladas los puertos y sus
diagonales
El reino de la madera y sus productos y no
hallé una sola mímica de tus manos en natura.
Mis dedos de bravura anduvieron el embalse de
las hembras náuticas
Poderosas.
Me guió mi verso de puerta a paredes, de lo
vegetal a lo inerte besé hasta las montañas y las rocas, hasta gastar las
palmas rozando toda la senda y no había una sola rosa ni un rocío como la
humedad de tus hojas
¡ Dime amor ¡
¿ Dónde andarán tus colores paralelos bordeando
las paletas inconclusas?
Porque la luz perdió su latido áureo y la
noche desgastó su risa en vano.
Subastó sus párpados quemados la estrella
luminosa buscando tu tierra oscura, y tu paso sin sombra.
Busqué la voluntad del vino diluido en los
Amazonas y el espíritu del licor desmembrado.
Anduve por la montaña de los ecos resonantes y
no hallé una sola nota zumbante como tu voz de pulpito orante.
Volví apagado de entrañas con los pies
gastados del viaje y la extrañeza de tu vena palpitante de camino
No había ni una pintura con tus matices.
Ni un solo aroma a tus fragancias.
¡ Ya no busco más ¡
No me dejes sumergido y ahogado,
mutilado en cada ocaso y preguntando por ti en
cada naciente crepúsculo
y cada alba que revive al planeta
sobreviviendo la sangre de la tierra y su
tristeza,
mordida entre tus dientes y labios de ósculo.
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