La noche está húmeda
en las orillas del rio que
se extiende en los pechos de mi amor.
Se doblan cauca de ramas,
entra la noche sin dolor
por la ventana/
Acopio de zarzas.
Su cuerpo se lava en el sudor
salobre de los cardos jugosos
sin espinas.
El aloe suplica un ramo
desnudo que en la noche sea
crema sobre el tejado.
Ella tiene diminutos anises
que impregnan hasta los espejos,
senos áureos y argentos.
Arena contenida en el pecho,
muslos de vibrante cuarzo,
mirada de relámpago
donde tiembla hasta el lecho.
Las sabanas se enroscan en las patas
del tálamo
cuando sus playas de riachuelos,
espumas de océanos,
cuello de cisnes ebrios/
Lentamente insinúa sus bebederos
en esta mojado nocturno
se hace dátil de jugo profuso
entre mis belfos
suaves cruzamos la médula
en cada abadía de los senderos/
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