Llegaste con tu olor a flor de rocío,
con tus
dedos plásticos dibujados.
La caricia flameando en ambos lados,
tu beso de resorte en la mirada y
tu alegría.
Mientras veía tus pies de algarabía, con
mis ojos perdidos en su andar al vacío.
Me extravié en tus ojos negros pardos.
Desperté al arribo de tu beso carcelero
Como una condena a mis labios
prisioneros
Anclados a la marea roja de tu suspiro
rompiente
De tus cerezos que acarician mi día
presente.
Plenitud en tus manos de brote y tu
mirada de nardos.
Prisión mia, de amor sin reja, donde
mi alba despierta
Cuando camino la calle al borde alboreado
El claustro de mi tarde bosteza liberado,
en
el gris que amarillea la hoja que
resalta tu figura.
En mi noche el sueño te reclama,
instinto que augura
tu serena voz, aliento de aire en mi
boca abierta.
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