martes, 17 de septiembre de 2013

AL CALOR DEL PÁBILO...


AL CALOR DEL PABILO...                         (RICARDO ALVAREZ).

¡ Amada!
Sentí el calor del pabilo ardiendo su llama
entre el naranja y el amarillo,
derramando su licuada cera como vi tus labios
destilar brillante saliva de hábito y
tus ojos de medianera en la penumbra
desplegando su velo sin rubor.
Mientras la vela resumía sus colores
oí un crepitar susurrante de lana,
era tu frágil cabeza girando sus sudores en la almohada.

Tierna humedad fémina, 
halito de bandera agitando la llama
Como un corazón unido de patria enamorada
Torciendo el aire nocturno e intimo con la brisa de tu aliento
como extrayendo de mi sombra sus virtudes
al traer el jazmín y la rosa en tus aceites y aromas
desperezando los aromas de la acera.
Cuando extendiste tu mano de aroma genuino a tilo
despertaba tu sutil ronquido de laúd
 y mis poros secuestraban tus virtudes.

¡Oh pasión mía, enamorada del ínfimo silencio ¡
Donde hallaría unos ojos que me secuestren al alba
como tus iris nadando la espesura
 de mi bosque y sus  límites de foresta.
Mi mano paso suave al descuido tus zonas sensibles.
 recorren tu silueta a la calma tea de la vela.
Mi nuca de girasol ardiendo en un estío
buscó tus rebaños de multiplicadas ovejas.
Silueta de hembra mía.
 embelesa mis ojos
entre frescas sabanas y titilos fluorescentes
de luciérnaga enamorada

Luces de colores en inciensos humeantes.
Tu ceño disuelto asoma entre las telas  rosas
Telas de seda que exprimen
nuestros cuerpos sumados del camino
por el cuerpo tiritante y estremecido.
por las caricias prodigadas, los bellos besos.
escultura móvil es tu rostro, tus ojos azabaches.
Labios de carne, deseos de mi pulpa labial. 
tela de seda y caricias,
avaros mordiscos de besos en carne
y bufando por tu cuello,
apetito mío de ambrosía.
mi beso doblega tus turgencias.
Cuando supe que el amor no eran solo dos cuerpos sustantivos
sino una ecuación conjugada de sexo y alma en verbo repetido,  
de ti me queda tu grieta de luz más atractiva que la iluminada cera.

Tus ojos de acuarela,
 entre mis manos carceleras de tu rostro,
luego de hallar tus deseos con la floja lumbre
y mis ansias coronadas en tus brazos,
florecieron de mi ocaso al alba
mis labios inquisidores.


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